9 de abril de 2014

DÍA 4. Laguna de la Cascada de Neila-Viniegra de Arriba (63.66 kms)

La mañana amanecía cubierta de niebla, las ranas resacosas del concierto apenas se movían, los murciélagos cansados de la noche dormían y yo dejaba la Laguna de la Cascada para subir a las otras lagunas, esta vez sin las alforjas que quedaban escondidas al borde del camino.



La subida sin alforjas aunque dura se me hacía liviana, tardaba lo suficiente para darle tiempo al día a desperezarse y arriba el sol comenzaba a lucir. No recordaba haber estado en esas lagunas, la Laguna Grande y la Laguna Negra, esta última de singular belleza, dicen que no se ha alcanzado el fondo. Dejé la bici, cogí la cámara y caminé un buen rato, el día se estaba poniendo precioso y el lugar merecía un paseo.



En mi paseo conocí una señora con la que estuve hablando un buen rato, de repente mi estómago comenzó a rugir, era ya tarde, llevaba allí como 3 horas, las alforjas abandonadas, la Tulipana sola con mi documentación, teléfono, dinero… Comenzaba a ser momento de despedirse del lugar y el lugar dejaba muy buen sabor de boca.

Laguna Negra

Laguna Grande




Laguna de la Cascada

Mi regreso llevaba sorpresa incorporada, pancartas, servicios médicos, control de avituallamiento y gente aclamando a los ciclistas que rompían sus piernas en los últimos coletazos del puerto. A mí nadie me había aclamado, no había tenido (aun) aplauso, pero yo me sentía muy orgullosa y me unía a los ánimos, ánimo chicos, que ya estáis casi arriba, repetía y repetía en mi descenso. Paraba para recoger mis alforjas y seguía descendiendo y seguía animando a los lacasitos, yo no sé si en esos momentos, cargada hasta arriba con mis alforjas y disfrutando como una enana el descenso, mis gritos les llegaban, no sé si mis palabras de ánimo les hacía amarme u odiarme, pero yo les seguía dando palabras de apoyo, sólo unas pocas curvas más les decía, que ya está todo hecho, que no queda ná…pero la mayoría sólo me miraban…

De Neila hacia el embalse de Mansilla la carretera discurre encajonada junto al río en una bajada preciosa, la erosión del río se siente, y es fácil ver que ha ocurrido allí.





La historia del embalse es triste, todos los pantanos esconden bajo sus aguas vidas rotas, historias de aquellos que tuvieron que despedirse de sus tierras y de sus recuerdos. Pero la historia del embalse de Mansilla es especialmente cruel, paralizadas sus obras por la guerra, sus vecinos vivieron 25 años de incertidumbre, de despedida a cada día ante un mañana que no llegaba.

Embalse de Mansilla

Me despido de las bajadas para encarar el puerto de Montenegro que haré en dos partes, al final con tanta foto, tanto paisaje, se me ha hecho tarde y me pongo Viniegra de Arriba como objetivo, la carretera es preciosa, voy subiendo tranquila, la subida es cómoda, el calor ya no es tan sofocante y acompañando al río siento su frescor.

Me gusta Viniegra de Arriba pese a que no es un pueblo amigo de las bicis, ya se sabe, los empedrados y las bicis no se llevan bien y si las bicis van con alforjas se llevan directamente mal. Viniegra es el pueblo perfecto para jugar al escondite, la mayoría de sus calles te llevan a otra calle más estrecha o sin salida, o te sacan a un campo, o te hacen cruzar un río. Pero Viniegra de Arriba no es un buen sitio para vivaquear, muchos niños juegan al escondite allí, y si te escondes ellos te encuentran.


No me apetece pasarme la noche jugando al escondite por lo que alargo un poco la etapa para buscar un sitio un poco más alejado, al final, a pocos kilómetros, gracias a una paisana que preocupada me dice que dónde voy a esas horas, que dónde pienso dormir, y que el siguiente pueblo está muy lejos, encuentro un lugar entre las sombras de un hayedo.

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