19 de enero de 2016

Noruega, islas Lofoten

panoramica islas lofoten

Y llegué a las Lofoten, con rueda nueva y una gran sonrisa... el tiempo había empeorado en Noruega, y en mitad de la lluvia había pinchado, y era muy tarde y de nuevo había tenido que acampar en mitad de un pueblo, pero el paisaje resultaba tan bello, tan fotogénico, tan deseado... que todo me daba igual, era feliz, con lluvia, con frío y con rueda pinchada.

Las Lofoten son tan bonitas, que desde que puse una rueda, un ojo, un pensamiento en ellas quise volver.

El tiempo no acompañaba, pero las horas de luz eran largas, interminables, los días no tenían fin, era como si en Noruega de cada día salieran dos, y con la lluvia yo amanecía tarde, remoloneaba en el saco, me acurraba entre las plumas y cuando me desperezaba desayunaba dos veces, disfrutaba de la escritura y de la lectura, postponía el momento de partir, y así es, como en Noruega, aprendía a cultivar el placer de observar desde mi porche.


islas Lofoten desde la tienda

Esto es lo que vi, desde el porche de la tienda y desde la bici. Las islas Lofoten son uno de esos lugares que dejan al viajero sin palabras, al estómago sin aire, uno de esos lugares afortunados donde la belleza te asalta a cada instante, para que no bajes la guardia, para que mantengas los ojos bien abiertos, para que no te distraigas con lo mundano, para que te dejes querer por el paisaje... un lugar para dejar la mente en blanco y simplemente mirar.

bicicleta mirando paisaje en islas Lofoten

bicicleta en carretera lofoten

panoramica lofoten marea baja

casita solitaria en Lofoten

pequeño faro en islas Lofoten

marea baja en islas Lofoten

orquídea en islas Lofoten

un rayo de luz en las Lofoten

secando el pescado en las Lofoten

pueblecito en las islas Lofoten

Reine
Reine

acampada junto a las casas

5 de enero de 2016

Noruega, las aves mantuvieron su reino

Volvía al modo "Verano azul", vale, es cierto, no es mi tipo de viaje, pero reconozcámoslo, con la rueda de nuevo rodando y después de los gélidos días por Suecia, un poco de gente amable y buen tiempo me estaban sentando genial, no está de más disfrutar de las cosas fáciles y mimarse de vez en cuando.

Vivía descuidada y feliz. La gente me saludaba al pasar por los escasos pueblos, volvía a la costa y pedaleaba feliz contemplando la bajamar.

Y así, los kilómetros iban pasando sin complicación... no era aburrido, era bello, fácil ...Sólo llevaba tres días en Noruega, pero me gustaba, me sentía bien allí.

El día era agradable, ni viento a favor ni en contra, ni frío ni calor, un carril bici estupendo todo para mí, bueno, para mí, para unos cuantos frikis del ski que esquiaban con patines y para un montón de aves atareadas con la crianza veraniega... Lo compartíamos en armonía, ya os digo, la vida era bella y fácil.

ostrero preparándose para atacar

Pero volvamos a las aves y la crianza. Acostumbrada a aves distantes, huidizas de la presencia humana, disfruto enormemente cuando las tengo cerca, disfruto muyyyyyy enormemente sacando fotos, tomando detalles, observándolas sin más, sí, a veces yo también soy un poco friki y.... me emociono, me emociono incluso demasiado, y así, en mitad de esa emoción que anula mis reflejos, con el zoom a toda carga...ocurrió...ocurrió que un ostrero me atacó llevándose algún pelo como contrapartida a las estupendas fotos que le estaba sacando. Y el caso es que el bicho me llevaba un rato avisando, incluso pidió refuerzos y su pareja vino a poner orden, y se unieron con pitidos cada vez más altos, más estridentes y más cerca de mi oreja...La conversación debió de ser algo así:

- Cariño que esta tipa no deja acercarse, puedes venir a ayudarme le estoy diciendo que se vaya, pero creo que es sorda.
- Estoy muy ocupado con los peques, grita más.
- Pero amor, es que no me hace caso, creo que es sorda, de verdad, igual si tú te pones delante...
- Ainsss voy... Poooolloooos, estaros quietos no os vayáis a caer por el acantilado, que el seguro sólo nos cubre durante la migración y aun quedan tres meses.
(segundos más tarde)
-Sí, tienes razón, es sorda, dale un cachetazo y ya verás cómo se asusta.


Y así fue, no me asusté pero decidí continuar mi camino...

Noruega, romper ruedas

Tenía miedo de que Noruega se volviera aburrida, había  ganado 10 grados y la influencia de la costa haría que las temperaturas anteriores no volvieran, no más lagos helados, ni paisajes de invierno, volvía a estar en "verano", hacía sol, la gente sonreía e incluso soplaba un ligero viento a favor, que me hacía tararear canciones de verano, la vida era bonita y fácil. Empezaba a pensar que el bello país nórdico me iba a dar sólo eso, belleza. Lo confieso, me gusta "meterme en líos" y salir de ellos, y temía que las jornadas siguientes fueran demasiado fáciles, sin un atisbo de incertidumbre, "aburridas" en definitiva.

montaña nevada


Pero nada más lejos de la realidad, ese pedalear placentero, más propio de la archiconocida serie Verano Azul que del tipo de viaje que me gusta iba  a durarme bien poco.

casita madera con agua en fiordo

Siempre lo pienso, hay que tener cuidado con lo que se desea, porque a veces los deseos ocurren, y yo, según entraba en Noruega deseaba que continuara la aventura, que siguieran pasando cosas que aliñaran mi vivencia y...

carel de bienvenida a Ballancen, Noruega

Era una carretera de muchas curvas, hacía 7 kms había quedado atrás el último pueblo y regresaba hacia la costa por una bajada de vértigo, la carretera apenas tenía tráfico, tampoco había apenas casas... En esos días en Noruega el sol no se pone, pero a última hora de la tarde la temperatura cae en picado. Comenzaba a hacer frío. Justo había parado hacía pocos kilómetros para prepárame una bebida caliente cuando un matrimonio suizo me ofreció un café, quería llegar a la costa antes de que se hiciera tarde y bajara más la temperatura, con pena se lo agradecí y continué mi camino.

Sentí un fuerte ruido en la rueda trasera, como si hubiera roto un radio. Desde el día anterior sentía que algo no iba bien, la rueda tenía una ligera vibración y por más que la apretaba no cesaba, justo antes de salir acababa de cambiar el eje y no debería de ser nada "grave", pese a ello mantenía los ojos abiertos por si encontraba un taller para quedarme tranquila, no era fácil por la zona, pero me dirigía hacia las Lofoten e intuía que allí iba a ser más difícil.

eje de rueda roto
Junto al ruido vino un movimiento raro, paré al instante, el eje estaba medio desmontado, había perdido los rodamientos y... Necesitaba un rescate.

Los noruegos conducen rápido, muy rápido, muy, muy rápido, y la carretera era una sucesión de curvas con apenas visibilidad, era prácticamente imposible que alguien me viera por mucho que yo agitara los brazos según escuchaba el primer bruuummmm. Empujé la bici hasta una casa, pero estaba vacía, y seguí esperando y esperando con la bici desmontada... sintiéndome la mujer invisible, pero no lo era, porque unos pájaros me recordaban que estaba en su territorio y que no era bienvenida, sí, no es que estuviera en modo negativo y necesitara amor y esas cosas y lo viera todo negro no, no, ellos me lo hacían saber muy claramente, bombardeándome con heces blanquecinas, así, dicho finamente. Sí, esa era la situación, tenía una bici inútil con una rueda rota, comenzaba a bajar la temperatura, los coches pasaban a 1000 por hora y no me veían, pasaban coches sólo de vez en cuando, estaba junto a una casa deshabitada y encima lo pájaros me estaban cagando encima ¿no quería aventura? ¿no había deseado que el viaje no perdiera su emoción, qué ocurrieran cosas? Ya os lo he avisado antes, tened cuidado con lo que deseáis.

A partir de ahí ocurrieron muchas cosas,  trasladé mis cosas al otro lado de la carretera para probar suerte y las volvía a trasladar al territorio de los pájaros cagones que siguieron insistiendo en que no era bienvenida.  Yo mantenía la esperanza, el matrimonio que me había ofrecido café aun no había pasado y estaba segura de que ellos sí que iban a reparar en mi presencia. Así fue, al cabo de no sé cuánto tiempo, como si estuviéramos predestinados a conocernos pararon.  Eran ciclistas, él mecánico y en su caravana había sitio para la bici, mis trastos y yo. En el Norte de Noruega no hay muchas carreteras, y ellos también iban camino al sur, era viernes y estaba a más de 200 kms de una ciudad importante.

Nuestros caminos se separaron en el ferry, ellos querían hacer noche por la zona y yo debía de tratar de llegar a la ciudad antes del domingo. Sólo había una carretera que bajaba al sur, así que el ferry se me antojó un buen lugar para encontrar al siguiente relevista que me acercara a la ciudad. Erik se dirigía a Italia en furgoneta, era un tipo atractivo y de conversación animada, de madre japonesa y padre noruego, trabajaba en la universidad en Tromso estudiando la alimentación del salmón. Erik me contó muchas cosas interesantes que me hicieron cuestionar la sostenibilidad del cultivo de salmón en Noruega y la pesca en el mundo. También me habló de las noches de invierno y me recordó en sus reflexiones a aquella mujer fascinante que había conocido unos días antes en Suecia. Conectamos y tuvimos buena conversación hasta la ciudad. Nos despedimos, a él aún le quedaban 4000 kms de asfalto.

acampada en Fauske
Llegamos a Fauske de madrugada, la luz del sol hacía innecesarias las farolas y por primera vez eché de menos la noche, la bici rota me obligaba a acampar en el centro de la ciudad, Noruega es muy seguro y la ciudad era pequeña, pero pese a ello me sentía insegura y  vulnerable a la vista de todos. Se me olvidó en cuanto me metí en la tienda, me sentí en casa, cerré los ojos y dormí mientras sentía como las gotas golpeaban el techo de la tienda, comenzaba a llover, el día había sido agotador.

En Fauske no había taller de bicis, sólo una tienda de material deportivo, a riesgo de no llegar a Bodo a tiempo de coger el ferry decidí optar por el camino fácil y comprar una rueda nueva. El parón había estado bien, había conocido gente maravillosa, entrado en contacto con la gente local y disfrutado de conversaciones interesantes pero me apetecía pedalear, el tiempo estaba siendo fantástico y no quería perder esos días de sol y luz encerrada en un coche.


Justo daba las primeras pedaladas con mi rueda nueva cuando escuchaba el pitido de un coche, sonaba contento, era el matrimonio suizo que se alegraba de verme dando pedales, nos lanzamos un hasta siempre y continuamos nuestros caminos.