18 de mayo de 2014

5. Fuente Dé-Llanes (70 kms aprox.)

Cogimos el teleférico a primera hora, atrás quedaban el Pontón, Panderrueda, Pandetrave, San Glorio…ahora sólo nos quedaba bajar…



Tornos de Liordes
La última etapa era también, sin duda alguna, la que contenía lo más espectacular del recorrido, la que a mí más me emocionaba, la que más historia tenía, la que más nos iba a introducir en el interior de las montañas y la que me hacía sentir más orgullosa de pertenecer a este sitio.







Picos está modelado por el tiempo y por la gente y si nos fijamos, en esta etapa leemos la herencia de ambos. Glaciares, minas, pastores…crean lo que hoy es un parque nacional donde el pasado se mezcla con el presente y donde es difícil pasar sin imaginar una película del tiempo.

Desde los 1834 msnm a los que nos deja el teleférico atravesamos los Puertos de Áliva a través de la Lomba del Toro, una morrena glaciar herencia de un pasado de hielos perpetuos, que acompañando al río Duje separa los macizos de Ándara (oriental) y los Urrieles (central).

Lomba del Toro
Chova piquigualda
Las minas, abandonadas por su falta de rentabilidad nos recuerdan que ellas también son parte de la historia, caminos, cuevas, carreteras y el propio teleférico que, construido en 1903 para bajar el mineral, es actualmente su herencia más rentable. Criticado por montañeros puristas es un icono en la región y punto de aproximación a rutas que de otro modo añadirían 753 metros de desnivel.

Los Puertos de Áliva están llenos de historia. Desde la Edad Media, según las ordenanzas del puerto, el ganado del municipio de Camaleño sube a los puertos el 3 de junio, para permanecer allí durante el verano llenando los puertos de vida.






Se cuenta que los habitantes de Espinama (Cantabria) y Sotres (Asturias) se dividieron los puertos en una carrera que comenzaría cuando cantara el gallo, cada pueblo enviaría una persona al otro, y el límite quedaría establecido allí donde se encontraran. Cuenta la leyenda que los habitantes de Espinama emborracharon al gallo adelantando así la salida y quedándose por ello con la mayor parte del puerto. Sea como fuere, el límite entre las dos comunidades es claro.


Dejamos atrás el Chalet Real, el hotel Refugio de Áliva, las minas de las Mánforas…y nos acercamos a los puertos, al ganado, a los pastores, a los buitres... Pocos turistas caminan la Lomba del Toro y mientras descendemos sólo nos cruzamos con los verdaderos dueños de los puertos, las cabezas de ganado que pastan a sus anchas una hierba recién salida.

Chalet Real


La pista (unos 20 kms en total) es espectacular, pero se hace larga, el traqueteo con alforjas resulta en momentos agotador, aun así, no dejamos de asombrarnos por el paisaje. A partir de las Vegas del Toro la pista mejora, ya casi estamos en la carretera de Sotres, a partir de ahí solo nos quedará una larga bajada. O al menos eso es lo que yo llevo contándole a JJ desde que hemos salido de casa…



Invernales del Toro


Enfilamos la carretera, nuestras ruedas agradecen el asfalto, es una bajada de vértigo hasta Arenas de Cabrales, unos 800 metros de desnivel en apenas unos kilómetros ¡Cómo la disfrutamos!. De Arenas a Llanes nos quedan unos 30 kms, no vamos muy bien de tiempo, así que tras darnos un buen almuerzo y pese a que es todo “bajada” preferimos no entretenernos demasiado.


Comenzamos la “bajada”, pero es una bajada rara porque sentimos como que subimos, es como una “falsa bajada”, yo no recuerdo ninguna subida entre Arenas y Llanes por eso creo que mis sensaciones son fruto del cansancio, la falsa bajada mosquea cada vez más, porque es tan falsa que incluso ganamos altura, trato de convencer a JJ de que alguien ha debido de poner una subida en mi ausencia mientras busco otra explicación posible, pensando…lo recuerdo ¡el alto de Ortiguero!, “nada, que lo estamos subiendo JJ, que lo siento, que nadie ha colocado una subida, que no me acordaba, que yo siempre olvido estas cosas tu sabes... “ Subido este, ahora sí, nos dejamos caer a veces, otras pedaleamos fuerte, pero lo cierto es que no paramos ni un segundo.

Llegamos a casa tarde y cansados, pero satisfechos, con la sensación de haber pasado unos días maravillosos, de haberlos aprovechado al máximo, de habernos encontrado con las montañas, de haber vencido a los elementos, de haber disfrutado la complicidad del compañero. Llegamos a casa con las ganas de volver a conquistar puertos, montañas, desiertos o lo que se ponga por delante, porque al final, más que la fuerza es la determinación y la ilusión la que sube los puertos, vence a la lluvia y nos hace fuertes ante nosotros mismos.

Gracias JJ por acompañarme en esta pequeña aventurilla “Pirenaica” uyyy no, que estábamos en Picos, gracias por "defenderme" de los mosquitos perforaojos, de los pitufos gruñones del camino, de los perros invasores, (de las arañas te defendí yo), gracias por el "catering" matutino, pero sobre todo mil gracias por la colección de grandes recuerdos que me quedo, ha sido realmente genial. 

4. Portilla de la Reina-Fuente Dé (34.44 kms)

La noche había sido un poco movida, perros, goteras, y la mañana parecía que no nos daba tregua, un café, otro café, el pasar de la vida y la valentía a salir en un día que invitaba a chimenea y tertulia. Pero siempre hay recompensa para los valientes y por un instante el sol casi burlón nos animaba a pedalear.

Portilla de la Reina desde el apartamento

Hoz de Llánaves



El sol duraba poco y según ascendíamos el puerto de San Glorio comenzaba a llover, comenzaba, continuaba, ¡quién sabe lo que hacía!. Llegamos al puerto empapados, ascendimos al Collado de Llesba, saludamos al oso y descendimos hasta Cosgaya por una espectacular pista de bajada en las profundidades del parque.



Pista hacia el Collado de Llesba




Las pistas con alforjas siempre son duras, pero las emociones que nos alimentan compensan siempre el esfuerzo.



Perdíamos altura con rapidez, la lluvia había cesado y yo confiaba en que el microclima del que siempre presume Liébana la alejara del viaje.



Prao Cubo
Según bajábamos el matorral daba de nuevo paso al bosque que nos regalaba un juego de luces y sombras. El río Cubo se dejaba fotografiar y una mirada atrás nos mostraba nuestro esfuerzo.

Hayedo

Río Cubo
Una mirada atrás



Llegamos a Cosgaya, ya en Cantabria y tras un merecido café encaramos la “última subida” del viaje. De vez en cuando el sol asomaba entre las nubes para enseñarnos la belleza del paisaje, lo verde de los “praos” y el color de la primavera. 

Cosgaya


En Espinaba hicimos una pequeña compra que a los alimentos habituales añadía pequeños placeres.



Sólo nos quedaban 3 kilómetros para la llegada a Fuente Dé, sin ser los kilómetros más exigentes, para mí fueron los más duros de toda la ruta. La tregua solar terminó y no hubo microclima lebaniego que pudiera con unas nubes cargadas de mal humor.

"Servicio de catering"





 
Acampamos en el hayedo de Fuente Dé, en uno de esos    lugares donde habitan los Trastolillos, el Busgosu y las   Anjanas y como si los duendes del bosque se hubieran unido   a cumplir nuestro deseo, el día siguiente amaneció soleado.