8 de septiembre de 2010

El payaso que no quería reír

Aquel día no quería reír, estaba cansado, los últimos días habían sido duros, estaba triste, pero la gente pagaba por verlo reír, la gente no espera que un payaso esté triste, no, un payaso no puede estar triste decía mientras buscaba la felicidad que le devolviera su sonrisa. Se había pintado la sonrisa blanca una y mil veces y una y mil veces se la había borrado, había algo en ella que no convencía, algo que fallaba, algo que no le gustaba.

Pensó en el atardecer de unos días antes y decidió intentarlo una vez más, de tantas veces que lo había hecho ya no necesitaba ver su imagen reflejada, se sabía cada curva de su rostro, de sus labios, cada arruga de su piel, cada lunar a camuflar. Convencido del resultado final se miró al espejo, no le gustaba pero le resultó más convincente que las anteriores….en cualquier caso, ya no quedaba tiempo para seguir intentándolo, había que salir y sonreír, sonreír como nunca lo había hecho.

Salió al escenario, el público lo aclamaba, esperaban reír y el sólo pensaba en llorar, conseguía saltar lágrimas de felicidad mientras aguantaba lágrimas de pena, sonreía con su sonrisa pintada y contagiaba al público, tenía que hacerlo, no podía defraudar, los payasos no lo hacen, los payasos siempre están alegres, no hay hueco para la tristeza… juegos malabares, carcajadas enlatadas, caídas forzadas…y la gente que quería seguir riendo, y él, mientras tanto, embutido en su nariz roja, su sonrisa pintada, se sentía el payaso más triste de la tierra, el más solo, el más incomprendido.


La función terminó con un gran aplauso, siempre lo hacía, el aplauso del reconocimiento de la sonrisa conseguida, del sentimiento fingido, de la risa provocada.

En el camerino, se quitó la nariz roja, se borró la sonrisa blanca y comenzó a llorar y lloró sin parar hasta que casi no le quedaron lágrimas, y lloró, y lloró, mientras aun sentía vivas las risas que hace segundos hubiera provocado. Se sentó, intentó tranquilizarse un rato y cuando por fin lo hubo conseguido, cogió el coche camino a casa, perdido en sus pensamientos, en su cansancio, en su tristeza…


Era tarde cuando por fin caía rendido en la cama, había sido una jornada extenuante de emociones, las propias, las fingidas, las ajenas, ahora sólo quería dormir, mañana sería otro día, mañana tal vez no tuviera que pintarse felicidad, mañana tal vez alguien le comprendiera