29 de noviembre de 2010

Lago de las Moñetas

Hay un lugar en los Picos de Europa, un lugar escondido en el Macizo Central al que sólo se llega si se ha estado antes. Un lugar escondido entre años de erosión, un lugar formado entre glaciares, un lugar herencia de épocas pretéritas en el que el agua era hielo, un lugar de aguas verdes permanentes, gélidas, pero llenas de vida, un lugar que invita al descanso, al relax, a perder la mirada.

La subida desde las Vegas del Toro se hace pesada, larga, se camina lento y tras caminar durante una hora, si se mira atrás, aun se puede ver la pista y el vehículo aparcado, nuestros pasos recién dados. Merece la pena hacerlo, el pueblo más alto de Picos, Sotres, aparece casi a nuestra altura y si tenemos suerte y las nubes nos conceden su permiso podemos ver el Cantábrico, incluso divisar sus playas, tan cerca y tan lejos al tiempo.


Continuamos caminando. El lago, escondido entre la caliza nos espera. Paramos, buscamos algún vestigio tras la cresta que se aproxima, nos miramos, son las 2 y el hambre aprieta, continuamos caminando y al poco, casi sin darnos cuenta, ahí está, bajo nuestros pies, superando el tiempo de espera, luciendo sus aguas verdes al reflejo del sol.

Bajamos y nos bañamos, es inevitable hacerlo, es como si hubiera una fuerza invisible que nos atrae, que nos llama, que nos hace dejarnos llevar por la emoción de la belleza, del calor, del cansancio y nos hace disfrutar de la plena libertad sin pensar en nada más, nos “obliga” simplemente a ser y estar y por momentos fusionarnos con la naturaleza, hacer un "todo" con ella y sentirnos más vivos que nunca.

El agua está helada, tanto que la respiración se entrecorta y los pies duelen, pero se merecen ese descanso, nos merecemos esa libertad junto al que probablemente sea uno de los lagos más bellos de Picos, el más verde, el más cristalino.


Bajamos dejando atrás los rebecos que siempre acompañan en la alta montaña cantábrica, descendemos por una canal interminable pero fácil y seguimos el río Dobra hasta las Vegas del Toro, mis pies que estrenan botas comienzan a doler…ya tarde, llegamos al coche que nos espera.

Arriba dejamos el lago y un montón de sensaciones, de silencios, de visiones, de belleza…


Mañana la vida continuará, pero tendremos en la retina nuevos fotogramas de belleza encapsulada que la fotografía aun no es capaz de captar. Mañana la vida continuará, pero en esa vida, nuestra vida, habrá un momento más de felicidad.

8 de septiembre de 2010

El payaso que no quería reír

Aquel día no quería reír, estaba cansado, los últimos días habían sido duros, estaba triste, pero la gente pagaba por verlo reír, la gente no espera que un payaso esté triste, no, un payaso no puede estar triste decía mientras buscaba la felicidad que le devolviera su sonrisa. Se había pintado la sonrisa blanca una y mil veces y una y mil veces se la había borrado, había algo en ella que no convencía, algo que fallaba, algo que no le gustaba.

Pensó en el atardecer de unos días antes y decidió intentarlo una vez más, de tantas veces que lo había hecho ya no necesitaba ver su imagen reflejada, se sabía cada curva de su rostro, de sus labios, cada arruga de su piel, cada lunar a camuflar. Convencido del resultado final se miró al espejo, no le gustaba pero le resultó más convincente que las anteriores….en cualquier caso, ya no quedaba tiempo para seguir intentándolo, había que salir y sonreír, sonreír como nunca lo había hecho.

Salió al escenario, el público lo aclamaba, esperaban reír y el sólo pensaba en llorar, conseguía saltar lágrimas de felicidad mientras aguantaba lágrimas de pena, sonreía con su sonrisa pintada y contagiaba al público, tenía que hacerlo, no podía defraudar, los payasos no lo hacen, los payasos siempre están alegres, no hay hueco para la tristeza… juegos malabares, carcajadas enlatadas, caídas forzadas…y la gente que quería seguir riendo, y él, mientras tanto, embutido en su nariz roja, su sonrisa pintada, se sentía el payaso más triste de la tierra, el más solo, el más incomprendido.


La función terminó con un gran aplauso, siempre lo hacía, el aplauso del reconocimiento de la sonrisa conseguida, del sentimiento fingido, de la risa provocada.

En el camerino, se quitó la nariz roja, se borró la sonrisa blanca y comenzó a llorar y lloró sin parar hasta que casi no le quedaron lágrimas, y lloró, y lloró, mientras aun sentía vivas las risas que hace segundos hubiera provocado. Se sentó, intentó tranquilizarse un rato y cuando por fin lo hubo conseguido, cogió el coche camino a casa, perdido en sus pensamientos, en su cansancio, en su tristeza…


Era tarde cuando por fin caía rendido en la cama, había sido una jornada extenuante de emociones, las propias, las fingidas, las ajenas, ahora sólo quería dormir, mañana sería otro día, mañana tal vez no tuviera que pintarse felicidad, mañana tal vez alguien le comprendiera

6 de julio de 2010

Las trampas de la libertad

En numerosas ocasiones he discutido con un amigo sobre el término libertad y el hecho de si la libertad absoluta existe o podría llegar a existir.

Cada uno puede entender el término a su manera, está claro, pero según como yo lo entiendo, puedo decir que la he conocido. Es cierto que el concepto no es el mismo con 20, con 30 o con 50 y también lo es que todos tenemos condicionantes que lastran esta condición. Tengamos o no pareja o hijos, todos tenemos nuestras propias cargas personales, nuestros propios apegos que van entorpeciendo esta libertad… pero creo que la libertad plena sí que existe al menos en algún momento de nuestras vidas, a veces pasa sin que nos demos cuenta, otras veces la estrujamos para que no se acabe, pero todos deberíamos, al menos por una vez permitirnos experimentarla, porque en esa libertad es donde nos encontramos, donde nos hacemos y donde en definitiva somos lo que queremos ser y a partir de ahí es cuando podemos mostrarnos y darnos.

Pero tener libertad no es siempre ventajoso. A priori, yo podría ahora definirme en una situación casi privilegiada, tengo mis responsabilidades familiares, pero mis padres afortunadamente no son tan mayores como para necesitarme, no tengo pareja, ni tampoco hijos, ni si quiera tengo un perro…y a partir de octubre no tengo plan y tengo ganas, casi necesidad, de cambio. Desde fuera podría verse como un momento lleno de oportunidades, y lo es, pero esas oportunidades son en parte una trampa cuando de repente no tienes claro tu camino y sí, que hay que caminar, pero tal vez en una dirección distinta a la que has estado caminando.

Tener todas las oportunidades no significa tener el triunfo asegurado ni poder decidir fácilmente, no hay nada más que ver a mi generación, la generación más libre, más preparada, con más idiomas, con más estudios, con más acceso a la información y al final la generación con más paro, con menos ingresos, con menos ilusiones y más perdida de los últimos años. Crisis hubo antes, pero tal vez ninguna con gente tan bien preparada.

La libertad son oportunidades, pero también dudas y soledad en las decisiones.



Atardecer

Desde que tengo uso de razón me recuerdo dejándome atrapar por la belleza de las pequeñas cosas, por lo efímero de un momento, lo eterno del recuerdo, los instantes que te enganchan si abres bien tus puertas.

Hace unos días, el mundo, mi mundo, se paraba bajo este atardecer, bajo el cielo rojo, bajo la sencilla belleza del despedir del sol, bajo el sonido de un mar calmado rendido a reflejos de una fuerza incalculable.


Ocurría en el regreso a casa, no pude evitarlo, me dejé atrapar por la luz como hacía días que no me dejaba atrapar por nada, enfrascada en decisiones y problemas, me atrapó hasta el punto de que el tiempo se detuvo, hasta pararse el reloj. Me sentí de repente hipnotizada por el evolucionar de las nubes, mis ojos sólo podían mirar al horizonte y este horizonte los tenía embrujados.


Momentos sencillos, inolvidables, mágicos en el día de San Juan, en el que por instantes fugaces, pero eternos en el recuerdo, sentía eso que llamamos felicitad, sensaciones indescriptibles pero plenas, cargadas de magnetismo.

Me alegré de que al día siguiente fuera el cumpleaños de una personita muy especial y poder compartir ese momento, sin buscarlo tenía el regalo perfecto que el valoraría como nadie.


Hace ya unos días de ese momento, pero aun hoy siento esa energía y cómo desee que durara toda la vida…

1 de junio de 2010

Decisiones pragmáticas

Pretender dar el salto de idealista consumada a pragmática en ciernes es algo complejo, muy complejo.

Porque al final una es como es y aunque modelar ciertos matices de la persona como controlar el genio, ser más sutil, menos directa, es relativamente sencillo con paciencia, tiempo y ganas, cambiar algo tan arraigado como el idealismo por el pragmatismo requiere, supongo, de años de entrenamiento y autocontrol.

Hace poco decidí que mantendría ese idealismo en mi vida, en mis viajes, en mis amistades, pero que en lo laboral habría de ser más práctica, mañana pago la primera consecuencia de ese pragmatismo, me reincorporo a mi “mejor pagado curro me quedo sin vida ahora que llega el verano y llegan los grandes planes” y…sencillamente no quiero…por más que piense en la nómina a fin de mes, en la cotización, en que de algo hay que vivir, por más que busque lo positivo…no quiero, no quiero luchar contra el reloj, tener horas vacías, repetir lo mismo mil veces, sentir la “pérdida de tiempo”, sentir que valgo para mucho más…

Tendré que enfrentarme a ello, lo sé, y me enfrentaré, pero los primeros días haré las curvas más lentas para retrasar la llegada, para pensar, para darme tiempo, para…¿tiempo para qué?

Con el tiempo me acostumbraré y entonces haré las curvas más rápidas porque habré retrasado la salida, para no pensar, para comer minutos a las horas, para aprovechar el tiempo para mí y lo que de verdad me importa.

La decisión no tiene vuelta atrás y durante 5 meses”pagaré” el “precio” de mi pragmatismo y entonces, pasados estos “cobraré” el “precio” de mi pragmatismo y con suerte habré aprendido si es tan pragmático ser pragmático.

25 de abril de 2010

Inauguración

Tal vez porque en los últimos años, con la llegada del invierno entro en estado de hibernación, es por lo que comienzo este blog, no, para nada, es algo que llevo mascullando desde hace ya bastante tiempo, pero siempre ocurre, especialmente de un tiempo a esta parte que la “Santa Inspiración” me llega en el momento más inoportuno, dícese, conduciendo, en bicicleta, paseando al perro, paseándome a mí misma, en esos momentos en los que no encuentro, ni papel, ni lápiz, ni modo de plasmar mis ideas.

Y es que estas ideas pertenecen a mi memoria a corto plazo y duran lo que duran, o sea, nada. Pertenecen a ese lapso de tiempo entre el surgir y el olvidar y en el olvido quedan.

Hoy ha ocurrido lo mismo, pero hoy me ha dado tiempo a prepararme, hoy no voy a dejar que se escapen, aunque suponga terminar el día tarde, muy tarde.

Y así es como ha ocurrido:

Estaba yo ahora a puntito de acostarme, ya metida en la cama, a punto de abrir mi libro (cuando hasta hace dos días pensaba que la cama era sólo para dormir y…ejem, otras cosas más activas, me entendéis, ¿no? En fin, que me desvío del tema…Que justo cuando me iba a meter en vidas ajenas e imaginadas, ha llegado Ella.

Sin llamar, sin previo aviso, sin preguntar si estaba ocupada. Ávida he saltado de la cama, sin vestirme, sin calzarme, he agarrado a la inspiración por las ideas, para que no se esfumaran, he corrido al salón y sin soltar las ideas he agarrado lápiz y papel y he comenzado a escribir lo que pretende ser el comienzo de una nueva aventura.

¡Queda pues inaugurado este blog!

Llanes, 6 de enero de 2010. Tarde muy tarde.