12 de abril de 2012

Despedida

Empezó por no poder ir solo y siguió por no poder usarla. Había decidido traerla a casa y llamó a aquel vecino que tantas veces le había ayudado. La sacaron con esfuerzo, aquella vez costaba más, ella no quería despegarse de ese mar que era tan suyo y él ya no tenía tanta fuerza, se sentía abatido por la vida y las circunstancias.

La llevaron a casa. Allí quedó por unos meses, sólo un tiempo que fue como una vida, aparcada junto al garaje.

La limpió. La limpió con la ternura que se da a la mujer amada, con el cariño que se da al hijo, con el afecto entregado al gran amigo. La limpió con el mimo que da una vida en común.

Treinta y cuatro años juntos y según pasaba el tiempo aquello parecía una irremediable despedida, era tanto lo que los unía, que cuando salían a la mar, el uno era casi la continuación del otro.

Cada día la miraba. Con el paso de los días se había convertido en el escondite de los gatos que hacían pandilla en el barrio y había que taparla para evitar que hicieran de ella su casa. “Hay que venderla” decía con los ojos cargados de tristeza. “Pon un anuncio en Internet y la vendemos”.


Según escribía el anuncio no podía luchar contra los recuerdos. Ella había nacido en el 76 y la barca llegó sólo un año después, todos sus recuerdos de infancia en familia estaban ahí dentro, cuando casi se ahoga con dos años, cuando fueron a la isla de Mouro y disfrutaba desnuda entre las rocas, cuando fueron a pescar aquel día…Quedaban en los últimos años cosas que nunca se hicieron, para las que nunca encontró el momento, pensando que ese sería eterno.

Mientras buscaba referencias en Internet, páginas donde vender, intentaba convencerse de que sólo era algo material, que nunca le había pertenecido, que a ella la pesca y el mar nunca le habían atraído demasiado, y que la vida seguía, pero aunque la vida seguía sabía que un cachito de ella ya no continuaría.

Llegaron a casa. Venían con un remolque y dinero en mano, 1500 € fue el precio acordado, un precio barato que no pagaba los recuerdos, las vivencias, los paseos, los ríos, los mares, las ilusiones, las mañanas solitarias, las frustraciones sin pesca, las buenas tardes con cena para todos.

No había querido estar en la transacción, era demasiado duro, desapareció cuando llegaron. Detrás de la ventana, mientras una lágrima peleaba por salir, se despedía con tristeza, aquella había sido su barca y con su barca se iba parte de su vida.