5 de noviembre de 2012

La clase de spinning

Son ya pasadas las 7 cuando entro en la sala, la clase no comienza hasta las 7.15. Ya están todos en sus bicis, soy la última cuando creo que voy a ser la primera, saludo, nadie responde.

Comienzo a ajustar a mi compañera del día, siempre se me resisten los ajustes, la gente no me mira, no me han visto pienso, en uno de esos momentos en los que creo en mi invisibilidad.

Reconozco que no me siento cómoda en el gimnasio, mientras espero instrucciones no se me ocurre que hacer, personas sudorosas y hormonadas, chicos musculosos y un aparataje que me abruma. Imito a la gente. Ajustada la bici comienzo a pedalear, no voy a ningún sitio, no hay resistencia.

Llega el profesor, tampoco me ve.

Introduce un CD, comenzamos los estiramientos, imito a la gente.

Sube la música y entonces comienza a hablar, me doy cuenta de que aunque estoy en la primera fila no oigo absolutamente nada, tal vez tenía que haber elegido otra bici en mi primer día. La gente parece que entiende lo que dice, en los primeros minutos me esfuerzo por leer sus labios. A ritmo de música a todo volumen comienza la clase, las resistencias, las falsas subidas, las canciones de otra época. Han pasado 15 minutos, comienzo a sudar, comienzo a sentir el esfuerzo, sigo sin entender lo que dice, la música me hace entrar en trance, ya no me esfuerzo por leer sus labios, mi mente se aleja de la sala, deja que el cuerpo mantenga la presencia, mi cadencia es fantástica, mi mente no está, mi mente vuela y por 20 minutos recorre tierras de un Asia lejano, imagina puertos imposibles, se encuentra con niños sonrientes, escucha los consejos de un sabio, fotografía cielos azules y se pierde en miradas sabias.

Son las 7.55. Imito a la gente, bajo la resistencia y salgo de mi trance, ha sido un viaje fantástico, estoy deseando que llegue la siguiente clase de spinning.


12 de abril de 2012

Despedida

Empezó por no poder ir solo y siguió por no poder usarla. Había decidido traerla a casa y llamó a aquel vecino que tantas veces le había ayudado. La sacaron con esfuerzo, aquella vez costaba más, ella no quería despegarse de ese mar que era tan suyo y él ya no tenía tanta fuerza, se sentía abatido por la vida y las circunstancias.

La llevaron a casa. Allí quedó por unos meses, sólo un tiempo que fue como una vida, aparcada junto al garaje.

La limpió. La limpió con la ternura que se da a la mujer amada, con el cariño que se da al hijo, con el afecto entregado al gran amigo. La limpió con el mimo que da una vida en común.

Treinta y cuatro años juntos y según pasaba el tiempo aquello parecía una irremediable despedida, era tanto lo que los unía, que cuando salían a la mar, el uno era casi la continuación del otro.

Cada día la miraba. Con el paso de los días se había convertido en el escondite de los gatos que hacían pandilla en el barrio y había que taparla para evitar que hicieran de ella su casa. “Hay que venderla” decía con los ojos cargados de tristeza. “Pon un anuncio en Internet y la vendemos”.


Según escribía el anuncio no podía luchar contra los recuerdos. Ella había nacido en el 76 y la barca llegó sólo un año después, todos sus recuerdos de infancia en familia estaban ahí dentro, cuando casi se ahoga con dos años, cuando fueron a la isla de Mouro y disfrutaba desnuda entre las rocas, cuando fueron a pescar aquel día…Quedaban en los últimos años cosas que nunca se hicieron, para las que nunca encontró el momento, pensando que ese sería eterno.

Mientras buscaba referencias en Internet, páginas donde vender, intentaba convencerse de que sólo era algo material, que nunca le había pertenecido, que a ella la pesca y el mar nunca le habían atraído demasiado, y que la vida seguía, pero aunque la vida seguía sabía que un cachito de ella ya no continuaría.

Llegaron a casa. Venían con un remolque y dinero en mano, 1500 € fue el precio acordado, un precio barato que no pagaba los recuerdos, las vivencias, los paseos, los ríos, los mares, las ilusiones, las mañanas solitarias, las frustraciones sin pesca, las buenas tardes con cena para todos.

No había querido estar en la transacción, era demasiado duro, desapareció cuando llegaron. Detrás de la ventana, mientras una lágrima peleaba por salir, se despedía con tristeza, aquella había sido su barca y con su barca se iba parte de su vida.




11 de febrero de 2012

Rajiv




Me llamo Rajiv. Tengo 18 años y voy a casarme mañana. Ella se llama Deepa, es un poco mayor que yo, tiene 21. Hace tres meses nuestros padres acordaron este matrimonio. Ambos somos de la casta Brahmin, de las más altas de la India. Aun no nos conocemos, bueno, el otro día pude verla cuando acompañé a mi padre a su casa. Estaba en la cocina. Es muy guapa, delgada y alta, creo que tiene los ojos negros, pero no estoy seguro, no puede verla bien. Llevaba un sari blanco, y la trenza le llegaba hasta la cadera. No nos dejan vernos antes de la boda, pero yo no aguantaba más y quise intentar verla. Es de una gran familia, habla muy bien inglés y ha comenzado a estudiar empresariales. Me da un poco de vergüenza, ¿sabes? nunca he hecho el amor, no sé cómo va a ser, estoy tan nervioso, ¿y si no sé hacerlo?, ¿le gustará? Me he fijado en las películas… pero... no sé…Estoy tan nervioso que creo que no voy a poder dormir en toda la noche…Es tan guapa, que estoy deseando que llegue mañana, uffff no la conozco pero me gusta tanto, estoy tan ilusionado. Tengo tantas ganas de sentirla, seguro que tiene la piel suave y huele a azafrán e incienso. No aguanto más, la ceremonia va a ser muy larga y hasta el final del día no podremos vernos. Ella llevará la cara tapada, ufffff me va a costar tanto aguantar. Van a darme un espejo pero creo que no voy a poder ver nada , es muy pequeño y me va a temblar el pulso… Y cuando nos vayamos a dormir ¿qué hago? …tengo miedo a no gustarle…Bueno...después de la ceremonia todo será más fácil, ella vivirá conmigo en casa de mis padres, con mis hermanos y hermanas. Arreglará la casa y hará la comida, cuando tengamos hijos los cuidará, seguro que es feliz así. Voy a ser muy buen esposo y padre, Brahma estará muy contento conmigo.



El tiempo robado

(Escrito hace ya algún tiempo)

En aquellos días deseaba tener tiempo, ese que sentía le había sido robado.

Tiempo para recordarse a ella misma, tiempo para reconocerse, tiempo para entender, tiempo para disfrutar, tiempo para desear, tiempo para dar.

Tiempo para escribir lo que le rondaba por la mente, que era mucho, para reflexionar sobre el papel los aconteceres mundanos que le habían ocurrido.


En aquellos días solo deseaba que el día se extendiera unos horas más, que la luz iluminara más la habitación y que las horas no transcurrieran entre apuntes, libros y artículos rescatados de aquel baúl ya cerrado.

Se había olvidado de lo que importaba, de lo que era imprescindible, de lo que necesitaba, se había olvidado de lo que era no recordar una llamada importante, en la vorágine de acontecimientos se había olvidado que afuera, en la ausencia, alguien la echaban de menos…