Salimos de casa con la pereza que da el mal tiempo. Nos
entretuvimos en Llanes con la pereza que da saber que está lleno de
buenos restaurantes y sobre las 3.30 de la tarde, con la barriga llena y la
pereza vencida, bueno, eso tal vez no tanto, nos dispusimos a encaminarnos a
nuestro destino, rodear el Parque Nacional de Picos de Europa, por sus
tres CCAA, para disfrutar de uno de los paisajes más bellos, más auténticos y
más vulnerables de España.
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Playa de Toró (Llanes) |
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Senda Costera |
Una extraña circunstancia se daba sobre nosotros, nos subíamos a la bici y empezaba a llover, todo un misterio que ya habíamos experimentado en la última etapa de la Espiral, una extraña conexión sillín-nube, inexplicable, asombrosa, un auténtico expediente X. Y hablando en plata una auténtica “jodienda”.
La lluvia se empeñaba en ganar la batalla y a apenas un
kilómetro de casa, mientras maldecíamos el misterio y la lluvia, nos debatíamos
bajo una marquesina el posponer la salida al día siguiente. Mi casa estaba tan
cerca que era difícil no abandonarnos a la comodidad de una tarde de cafés y documentales.
Fue ahí cuando empuñamos nuestros ánimos y decidimos enfrentarnos a ella, la
temida lluvia. Y así fue como el primer día misteriosamente dejó de llover.
Como si fuera una lección de vida en la que no debemos
darnos por vencidos antes de haber comenzado la batalla, disfrutamos de una
etapa seca, casi de transición a lo realmente bonito.
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¿Agua? |
Las etapas de transición a veces nos deparan pequeños momentos para recordar, personajes que marcan el anecdotario del viaje, helados suculentos, o botellas de agua que nos desconciertan... En aquel bar apareció él, un paisano que entusiasmado nos contaba como aquel año, hace ya muchos años, subió a Covadonga con su bici para luego ganar la carrera de pastores y como fue héroe por un día. Yo pensaba que todos tenemos derecho a sentirnos héroes, y me preguntaba si tal vez algún día sería yo la abuelita pastora que contaría como subió a los lagos de Covadonga con su bici Tulipana a dos pobres pacientes alforjeros. Por si la vida daba la vuelta escuché, incluso le piropeé en su foto de juventud, para entonces JJ ya me había abandonado, y en el interior del bar miraba el mapa de Asturias con cara de perplejidad.
Nuestra etapa terminó en Soto de Cangas donde JJ
localizó un fabuloso porche en un edificio abandonado que combinaba perfecto
con mi saco de dormir…
…y con mi forro polar ¡¡Este chico sabe lo que a mí me gusta!!
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