6 de julio de 2010

Atardecer

Desde que tengo uso de razón me recuerdo dejándome atrapar por la belleza de las pequeñas cosas, por lo efímero de un momento, lo eterno del recuerdo, los instantes que te enganchan si abres bien tus puertas.

Hace unos días, el mundo, mi mundo, se paraba bajo este atardecer, bajo el cielo rojo, bajo la sencilla belleza del despedir del sol, bajo el sonido de un mar calmado rendido a reflejos de una fuerza incalculable.


Ocurría en el regreso a casa, no pude evitarlo, me dejé atrapar por la luz como hacía días que no me dejaba atrapar por nada, enfrascada en decisiones y problemas, me atrapó hasta el punto de que el tiempo se detuvo, hasta pararse el reloj. Me sentí de repente hipnotizada por el evolucionar de las nubes, mis ojos sólo podían mirar al horizonte y este horizonte los tenía embrujados.


Momentos sencillos, inolvidables, mágicos en el día de San Juan, en el que por instantes fugaces, pero eternos en el recuerdo, sentía eso que llamamos felicitad, sensaciones indescriptibles pero plenas, cargadas de magnetismo.

Me alegré de que al día siguiente fuera el cumpleaños de una personita muy especial y poder compartir ese momento, sin buscarlo tenía el regalo perfecto que el valoraría como nadie.


Hace ya unos días de ese momento, pero aun hoy siento esa energía y cómo desee que durara toda la vida…

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