Hace unas semanas tuve una caída, ocurrió en una en esas laderas en las que piensas si me caigo aquí no paro hasta el final, muchos sabéis a qué me refiero. Cuando llegué a casa, escribí, dejé que el susto se convirtiera el letras, en los momentos de tensión escribir me resulta liberador. Han sido semanas raras, revueltas, con el ánimo tocado, en las que me he cuestionado cosas, y he tomado alguna decisión, he dudado si compartir lo que escribí aquel día, pero al final, una vez he vuelto a la calma me ha apetecido hacerlo, al menos una versión resumida de lo que escribí, son fechas que invitan a la reflexión y los grandes sustos son poderosos en la toma de consciencia.
Después de varios metros y segundos eternos paré justo cuando
más velocidad llevaba en el punto donde la caída pasaba de ser un susto a un
accidente.
La tierra se desmoronaba bajo mis piernas y el equilibrio se
convirtió en la delgada línea entre seguir cayendo o ponerme de pie e intentar
cruzar, tenía que alejar el pensamiento de que acababa de caer y podía volver a
hacerlo, callar al miedo, en un ejercicio de visualización crucé, y del otro
lado comencé a temblar.
Y sabéis ¿la vida no me pasó por los ojos ni por la mente?
Lo que circulaba en mis pensamientos mientras caía era todo lo que aún me
quedaba por hacer, eran todas mis ganas, esa larga lista de “al menos una vez
tengo que”, en la caída sentía mis terribles ganas de vivir, y de hacer mil
cosas y alguna más, hacía tiempo que no era tan consciente de mi amor a la
vida, los pensamientos pasan a veces muy rápido.
Me sentí ausente el resto de jornada, alejada de mis
compañeros, y aunque intentaba conectar con ellos en el fondo me había
encerrado en lo más profundo de mi interior, en esa habitación de la que solo
yo tengo llave.
Qué insignificante me parecía todo en ese momento, qué poco
valor tenían muchas cosas, qué poco importaban los conflictos y las
decepciones, los logros no alcanzados, qué rápido podía esfumarse la vida…
Damos por sentado que vamos a vivir muchos más años, pero podemos
morir hoy, y a veces lo olvidamos, así de cierto, la vida mañana no está
garantizada, es importante recordarlo para aterrizar de nuevo en el presente
que a veces perdemos entre grandes planes de futuro, es lo único real, es hoy cuando podemos estar, amar, vibrar, decidir,
el mañana es algo tan incierto que aún hoy me parece absurdo focalizarme en él.
Después de unas cuantas semanas el susto ha pasado pero
quiero recordarlo mucho tiempo porque no quiero olvidar que mañana sea tal vez
muy tarde. Feliz presente amiguitos.
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